Escritor



Mientras llueve, infinidad de lágrimas son derramadas por muchas almas.

Hay muchos que dicen que un día lluvioso les provoca mala espina, otros disfrutan de la frescura que el clima les dispensa mientras hacen alguna actividad de sumo placer.

Yo digo que la lluvia es el clamor de una deidad por sus hijos que sin pensar en su dolor derraman maldiciones, odios y divisiones creyendo que así son superiores.

Una superioridad tóxica.

Tercos que piensan que nadie más puede hablar en su ruido incesante.

Fuerte o débil es la absurda etiqueta impuesta que nos ha definido...


Sus dedos trazaban letras imaginarias, ideando que cada párrafo sería tan conmovedor como el anterior, sus pupilas dilatadas eran dos túneles misteriosos donde la pasión por escribir era un gran tesoro al que pocos podían distinguir.

Apenas cruzaba el umbral de la adolescencia cuando Ernest cuyo aspecto poco convencional y poco ajustado a los cánones de la modernidad, descubrió que su primer amor de esa etapa sería la escritura en vez del usual enamoramiento hacia otra alma.

De cabello oscuro casi largo y desalineado, de rostro redondo, una barbita imperceptible que de vez en cuando solía rasurarse porque según decía:

‹‹ Absorbe los hilos de mi imaginación y las palabras se tornaban comunes››.

Una rareza, pero al fin y al cabo era el que se conocía más que a nadie. Un chico que solía explayarse escribiendo poesía en vez de preocuparse por banalidades, un chico que nada más era aborrecido por algunos congéneres por su sensibilidad y amor a las letras.

—¡ Está bien Ernest!—su conciencia esa amiga que lo acompañaba cuando las benevolentes Calíope y Erato lo bendecían merodeaba como su madre, abrigándole y aconsejándole usar su creatividad correctamente.

La oía siempre y al igual que aquella mujer que lo trajo al mundo, le contaba sus dudas, sentimientos y sucesos que solían enfurecerlo pero a su vez lo volvían fuerte como el espíritu inquebrantable de un guerrero. Ernest era una esencia que cometía errores propios, errores que lo hacían vulnerable, sujeto a las etiquetas.

Una esencia que en los días de lluvia se ahogaba en la melancolía, en la soledad asfixiante de su habitación, días en los que alicaído por un lado y apocado por el otro despreciaba su habilidad. Hasta cuando la sagrada mujer que le dio la vida movida por una angustia de que algo le pasaba acudía y lo hallaba con la mirada vacía frente a varias hojas de papel y una pluma negra mordisqueada víctima de los embates de ansiedad y desasosiego de Ernest.

—Me volvieron a señalar con epítetos difamatorios—murmuró mientras con una mano arrugaba el papel que minutos antes soportó su desahogo—pero no los odio porque ese sentimiento oscuro es de débiles que se justifican aduciendo que es fuerza cuando en realidad destruyen su alma ¿Qué piensas mamá? ¿Estoy en lo correcto?

Ella quería saber qué era aquello que su vástago anotó por lo que casi no prestó atención a esa última interrogante, Ernest desarrugó el papel y se lo mostró esperando que no lo juzgara ni se enojara por lo escrito ahí...

—No es nada relevante mamá, pero sé que deseas saber—tímido bajó la mirada mientras ella con una sonrisa de comprensión precedía a leer.

—¡ No te vayas!—lo detuvo—lo que sea que tengas escrito o dicho no te juzgaré...

—Jamás me ha gustado estar presente cuando leen algo mio—replicó en voz baja—por eso me iré un momento a contemplar los charcos que las cataratas de los cielos forman en su descenso amortiguado a esta tierra.

Ella lo vio irse. Ya sola abrió el papel hallándose con varios pensamientos.


‹‹ Hay una pared viscosa, terrorífica que se construye cada vez que mi espíritu es apedreado con las piedras de la incomprensión››.

‹‹Soy señalado por mi aspecto que no cumple con sus estereotipos mundanos y ridículos y por mi gusto por las letras que me es dulce como los caramelos que mordisqueo a escondidas de mamá. Por momentos deseo que el infierno los devore, por instantes maldigo su ignorancia y después agotado los perdono››.

‹‹Temo convertirme como ellos, sé bien que cada ser humano es diferente que nadie cambia porque está escrito, crecí sintiéndome que no encajaba en tal lugar u otro pero sin embargo no todos lo comprenden››.

‹‹Fuerte la palabra que es usada en todos los idiomas, está presente en varios de mis apuntes como recordatorio que todos los somos pero pocos se atreven a usarla adecuadamente. Por eso no deseo escribir mi biografía, me parece irrelevante››.

‹‹Quizás algún día me haga bohemio.

Quizás yo sea una estrella fugaz como muchas, tal vez es mejor ser un anónimo››

La madre se quedó pensativa por todo eso que leyó, Ernest difícilmente se enojaba y si lo hacía su silencio hablaba más que mil palabras. Pero había algo que se formaba y crecía en su pecho como una naciente llama... el orgullo por ese hijo que una vez consideró un accidente.

Guardó el papel en el bolsillo de sus pantalones mientras se encaminaba a la sala donde Ernest impávido veía un desfile incesante de rayos desde la puerta abierta, ella pensó que ese evento climático era similar al que experimentó su hijo minutos antes mientras escribía.

—¿Has pensado en escribir?

El joven pestañeó asombrado, lentamente se volteó a mirar a su madre que no bromeaba, se rascó la barbilla adoptando una postura de nuevo tímida.

—¡Si, pero...!

—¿Cuáles son tus limitaciones? Hasta donde sé eres tan capaz de tomar una pluma y revelar tus sentimientos al papel. O ¿Es que no estás tan seguro de tu talento?

—No es tan fácil mamá—cerró la puerta con suavidad mientras caminaba hasta ella que alzó sus cejas-aprecio tu apoyo e interés más son pocos aquellos que disfrutan de un pensamiento que no siempre es lapidario. ¿ Sabes? ¡ Lo hecho sin dedicación o lo popular es lo que prima!

—Cada cual tiene sus gustos y son felices, si los juzgas lo haces mirando tu propio reflejo—replicó la madre mientras sacaba de su bolsillo la hoja arrugada y la depositaba en sus manos—así que está en tus manos explotar esa mina que tienes en tu cerebro...

Pensativo como un gobernante a la hora de tomar una importante decisión que podía ser su perdición o salvación, Ernest se marchó a sentarse frente a nuevas hojas de papel las cuales les abrieron sus brazos blancos deseosas de llevar sus ideas que como los brotes de flores comenzaron a surgir.

Día y noche emocionado escribía.

Tenía tantos bríos que en un día culminaba tres hojas.

No necesitaba de días lluviosos para escribir, los soleados eran su mayor cómplice.

Sumergiéndose en el romance, en el drama, terror e ideando mundos con la ciencia ficción, Ernest creaba infinidad de sucesos en mundos insospechados, más no los compartía con nadie, eran solo suyos.

La casa era un sembrío de hojas escritas con tinta azul y negra que las unía con clips para cuando tuviera oportunidad mostrarlas al mundo.

No existía ambición más grande que escribir.

Cada año que transcurría era una prueba y un escalón más, los pocos que conocían de su hobbie, ávidos le preguntaban que tal iba con sus escritos, él con una media sonrisa y una leve inclinación de cabeza decía todo.

Y aún mantenía su estilo irreverente, como sello mientras su confianza iba a en aumento.

Nada más deseaba comprensión de parte de quienes lo veían como un bicho raro, aunque no la obtuvo, decidió ignorarlos, total el imán con el que nacemos atraerá a las personas adecuadas para nuestras vidas.

Desde ese momento, Ernest ya no tuvo días lluviosos ni tampoco se sintió inferior ni fue etiquetado.



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